Cuando iniciamos un camino de búsqueda, de sanación o de descubrimiento personal, es común que en alguna parte del recorrido nos encontremos con la necesidad de revisar el vínculo con nuestros padres.
Muchas técnicas y terapias de sanación se basan fundamentalmente en este vínculo para ofrecer una explicación de nuestro comportamiento.
Por ejemplo «eres temperamental porque lo heredaste de tu madre» o «tienes una tendencia a la depresión porque tu padre padeció de lo mismo gran parte de su infancia», etc.
En síntesis, muchos de los comportamientos o síntomas que podemos llegar a expresar pueden tener relación con este vínculo troncal.
Si tomamos en cuenta que los primeros años de nuestra infancia aprendemos mediante el ejemplo (y no sólo en la infancia, sino a lo largo de nuestra vida) es probable que esta influencia tenga mucho sentido.
Ahora bien, aceptar esto implica dos cosas:
- Aparentemente hemos encontrado el origen del problema.
- Nos enfrentamos al riesgo de encontrar un par de culpables.
Encontrar el origen (suponiendo que este lo fuera) puede ser muy liberador.
Muchas veces saber la causa de algo cambia automáticamente su resultado. Esto nos da la oportunidad, si la sabemos aprovechar, de empezar a ver la vida de otra manera y tomar nuevas decisiones de modo consciente.
Pero otras veces, encontrar la causa puede jugarnos una mala pasada. Esto sucede cuando transformamos la causa en un culpable.
Engañosa solución
Encontrar culpables no soluciona el problema, sino más bien lo acrecienta haciendo que nos llenemos de odio y rencor.
Esta postura acaba siendo menos saludable que ignorar el conflicto. Sólo podría beneficiarse de una situación así quien esté dispuesto a verla como una gran oportunidad para perdonar, liberar y transmutar esas emociones.
Otro inconveniente de encontrar culpables es que podemos llegar a desentendernos de la responsabilidad de resolver nuestro problema y caer en la victimización: «pobre de mí que heredé esto», «no fue mi culpa», etc.
Quizás un gran avance sería empezar a reconocer que no hay culpables, sino (probablemente) causantes, que más bien son detonadores de una condición.
Claramente Diferente
Interpretar a nuestros padres como posibles causas de una condición es muy diferente a encontrarlos culpables de la misma.
Este cambio en la perspectiva nos permite mantener el control de nuestras emociones, y eso hará que naturalmente dejemos de juzgarlos.
Con un estado de quietud emocional empezamos a ver las cosas de una manera mucho más clara y sólo una mente apaciguada puede llegar al punto de permitirse reflexionar…
¿Realmente nuestros padres son los causantes de nuestras conductas?
¿Es real que heredamos de ellos ciertos comportamientos o síntomas?
¿O acaso los hemos elegido para que sus acciones nos recuerden algo que vinimos a trascender?
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