Pese a que muchas veces solemos entremezclarlos, los deseos del corazón no tienen nada que ver con los caprichos del ego.
Distinguirlos quizás al comienzo no sea tan fácil. Pero en la medida en que realmente nos atrevamos a observarnos, podremos diferenciar cuál es un verdadero deseo y cuál no.
¿Qué es un Deseo?
Un deseo es una energía, un impulso creador.
Cada vez que tenemos una idea genuina, espontánea, que podría beneficiar en gran medida nuestro avance, y con ello el de muchos más, debemos estar seguros de que es nuestra conciencia queriendo expresarse.
Cuando nuestros deseos son constructivos, la conciencia -que es nuestra esencia más pura- se expresa a través de una idea que siempre está revestida por la fuerza del sentimiento.
No es necesario que esta idea nos parezca brillante o de una magnitud inmensa. Es la mente la que juzga.
La simpleza de un deseo genuino, así sea emprender una caminata, puede ser el comienzo de un gran proceso de transformación.
Lo importante es detectarla en el momento justo, lo cual es un proceso sutil, pero perfectamente sencillo cuando nos entrenamos lo suficiente para poder hacerlo.
Deseos constructivos y deseos destructivos
Así como podemos tener deseos genuinos, que siempre son constructivos, también podemos tener otros que sólo responden a un deseo humano desconectado de nuestra esencia.
Cómo distinguirlos requerirá que estemos dispuestos a auto-observarnos y, por sobretodo, a ser capaces de asumir que tal vez haya algunos aspectos de nosotros mismos que debamos cambiar.
Algunas veces, es fácil diferenciar ante qué deseo estamos. Hay deseos que a simple vista podemos notar que no son para nada constructivos – deseo de venganza, de hacernos daño o de herir a alguien más-. Pero a veces el ego se disfraza de manera muy astuta, y con ello, el trabajo se vuelve más desafiante.
Proyectos que emprendemos creyendo que responden a nuestra verdadera vocación u objetivos que nos planteamos convenciéndonos de que son el fruto de nuestros deseos más genuinos, muchas veces están siendo propulsados por caprichos humanos -orgullo, egoísmo, deseo de cumplir con las expectativas de alguien más, etc.-
Ello, tarde o temprano, podría jugarnos una mala pasada y llevarnos a experimentar grandes caídas.
Teniendo en cuenta esto, cada vez que tenemos un deseo sería importante adquirir el hábito de preguntarnos
¿Este deseo aporta a la vida que quiero llevar?
Si advertimos que no es el ego el que está al mando, podremos estar seguros de que merece poderse expresar.